

La meseta noroeste de Cástulo es uno de los puntos más elevados de la antigua ciudad. Las recientes investigaciones han verificado la ocupación de la zona al menos desde el siglo VII a.C.
La zona ha guardado una simbología sagrada desde la Prehistoria hasta la Edad Media, despues de localizarse vestigios de un posible santuario orientalizante y de templos o santuarios en época cartaginesa y romana. Se han llegado a documentar numerosas ofrendas y algunos exvotos junto a la Torre Alba.
La elevación topográfica también motivó que en época romana se instalaran en esta zona algunos de los edificios más importantes de Cástulo, destinados a almacenar el agua, procedente del norte por medio de un acueducto, que abastecía a las fuentes y edificios públicos.

En el extremo Noroeste de la meseta se localiza una gran torre construida en torno al siglo III a.C., muy probablemente por el ejército cartaginés tras la conquista de la ciudad. Esta construcción no es sólo un elemento defensivo de la muralla, ya que también es un elemento simbólico que representa el poder de Cartago en la región. En el centro del lienzo Este de la torre se conserva la escalera que facilitaba el acceso a la plataforma superior, situada a 4 metros de altura sobre la calle, donde, según las hipótesis, se encontraba el templo cartaginés.
Los hallazgos arqueológicos en la zona evidencian la importancia y simbología sagrada del lugar en épocas anteriores y posteriores a los cartagineses. Aquí se han documentado restos de mosaicos realizados con cantos rodados de un templo o santuario orienzalizante (siglo VII a.C.), o aras de época romana situadas frente a la escalera central y numerosas ofrendas enterradas en los alrededores.



En una de las zonas más elevadas de la meseta se localiza el Castellum Aquae, uno de los edificios más importantes del núcleo urbano, ya que albergaba los depósitos de agua que abastecían a la ciudad.
Actualmente podemos contemplar la zona superior de las cisternas, aún sin excavar, que conservan gruesos muros construidos con hormigón romano (opus caementicium) revestidos con mortero hidráulico (opus signinum).
A pesar de situarse junto al río Guadalimar, la ciudad debió buscar recursos hidráulicos situados en una cota más alta para garantizar el abastecimiento de estas cisternas. Actualmente conocemos la existencia de al menos un acueducto procedente del Norte, del que se conservan algunos restos de su tramo aéreo entre el olivar.

Además del Castellum Aquae, la ciudad contaba con numerosas cisternas subterráneas destinadas a recoger el agua de lluvia. En esta zona, junto al conocido como “Cortijo del Guarda”, encontramos el brocal de un pozo de mediados del siglo XX que se asienta sobre una cisterna romana, construida con gruesos muros de opus caementicium y revestimiento de opus signinum. Esta estructura tiene una capacidad de más de 15.000 litros, y continúa recogiendo y almacenando el agua de lluvia, más de mil quinientos años después de su construcción.
En el año 2001 se documentó la existencia de otra cisterna muy próxima, de forma ovalada y cubierta con grandes sillares que apoyan sobre tres columnas de 5 metros de altura.



En el extremo Noroeste de la meseta se localiza una gran torre construida en torno al siglo III a.C., muy probablemente por el ejército cartaginés tras la conquista de la ciudad. Esta construcción no es sólo un elemento defensivo de la muralla, ya que también es un elemento simbólico que representa el poder de Cartago en la región. En el centro del lienzo Este de la torre se conserva la escalera que facilitaba el acceso a la plataforma superior, situada a 4 metros de altura sobre la calle, donde, según las hipótesis, se encontraba el templo cartaginés.
Los hallazgos arqueológicos en la zona evidencian la importancia y simbología sagrada del lugar en épocas anteriores y posteriores a los cartagineses. Aquí se han documentado restos de mosaicos realizados con cantos rodados de un templo o santuario orienzalizante (siglo VII a.C.), o aras de época romana situadas frente a la escalera central y numerosas ofrendas enterradas en los alrededores.


En una de las zonas más elevadas de la meseta se localiza el Castellum Aquae, uno de los edificios más importantes del núcleo urbano, ya que albergaba los depósitos de agua que abastecían a la ciudad.
Actualmente podemos contemplar la zona superior de las cisternas, aún sin excavar, que conservan gruesos muros construidos con hormigón romano (opus caementicium) revestidos con mortero hidráulico (opus signinum).
A pesar de situarse junto al río Guadalimar, la ciudad debió buscar recursos hidráulicos situados en una cota más alta para garantizar el abastecimiento de estas cisternas. Actualmente conocemos la existencia de al menos un acueducto procedente del Norte, del que se conservan algunos restos de su tramo aéreo entre el olivar.


Además del Castellum Aquae, la ciudad contaba con numerosas cisternas subterráneas destinadas a recoger el agua de lluvia. En esta zona, junto al conocido como “Cortijo del Guarda”, encontramos el brocal de un pozo de mediados del siglo XX que se asienta sobre una cisterna romana, construida con gruesos muros de opus caementicium y revestimiento de opus signinum. Esta estructura tiene una capacidad de más de 15.000 litros, y continúa recogiendo y almacenando el agua de lluvia, más de mil quinientos años después de su construcción.
En el año 2001 se documentó la existencia de otra cisterna muy próxima, de forma ovalada y cubierta con grandes sillares que apoyan sobre tres columnas de 5 metros de altura.

